¿Por qué es importante enseñarles a nuestros hijos a amar?

Está ampliamente demostrado por la ciencia que uno de los factores que más influyen en la felicidad del ser humano es la capacidad de salir de uno mismo y darse a los demás, la capacidad de amar. Vivir con la mirada puesta en mejorar un poquito la vida de los demás es un camino seguro hacia la felicidad, y que nuestros hijos lo comprueben por sí mismos es el mejor regalo que les podemos hacer.

¿Qué entendemos por amor?

Ayudar y cuidar a los que me rodean. El amor incondicional implica querer a los demás y a uno mismo independientemente de si es un momento bueno o malo, de que se comporten o no como yo espero, perdonando los fallos cometidos, aceptándolos como son, siendo paciente con las  diferentes emociones.  Esto implica tratar a uno mismo y a los demás con ternura aún cuando estemos enfadados, tristes, etc.

AMOR IMPLICA VOLUNTAD. “QUERER QUERER”. Es más fácil sentir amor hacia algunas personas que hacia otras, o hacia la misma persona en diferentes momentos de la vida. Hablamos de un compromiso duradero de amor hacia ciertas personas, como la familia.

¿Cómo se aprende a amar? ¿Cómo podemos enseñarlo a nuestros hijos?Aprendemos a amar cuando somos amados de forma incondicional.

Evidentemente, para poder enseñar a nuestros hijos a amar, debemos empezar por crecer nosotros en amor, para ser un modelo adecuado que les guíe y se sientan amados incondicionalmente. Esto no implica ser perfectos, sino que nuestros hijos vean que cada día peleamos y nos esforzamos por entregarnos un poquito más y amar un poco mejor.

Algunas sugerencias prácticas:

Empezando por nosotros, los padres…

–        Es esencial que aprendamos a aceptar que los demás no van a comportarse según nuestras expectativas, ni pensar igual que nosotros o decir lo que nosotros diríamos. Una premisa básica es tolerar que cada persona ve la vida, los hechos y a los demás desde su filtro, sin dar por sentado que mi forma de ver las cosas es la verdadera. Esta percepción personal varía en función de nuestras experiencias pasadas, educación, forma de ser, y muchos otros factores que sesgan nuestra visión de la realidad.

  • Podemos llevar a cabo el siguiente ejercicio: situarme en frente de otro miembro de la familia. Escribir el número 6 en un papel. Comprobar cómo el otro en vez de ver un 6, ve un 9… y ambos tenemos razón.
  • En internet existen muchos ejemplos de ilusiones ópticas, que nos harán dudar de que nuestra forma de percibir las cosas sea la única y verdadera.
  • Puedes encontrar muchos ejemplos aquí: https://www.paraloscuriosos.com/a110/35-ilusiones-opticas-que-no-te-podras-creer

–        Es fundamental que al poner límites transmitamos que lo que me ha enfadado es aquello que mi hij@ ha hecho/ dicho, pero le quiero igual. Evidentemente, en muchas ocasiones vamos a sentir emociones negativashacia nuestros hijos. A veces no se comportan adecuadamente o nos dicen cosas hirientes que nos hacen sentir rechazo. En determinados momentos nos resultarán más “queribles” que en otros. No debemos confundir ésto con la falta de amor hacia ellos. Por eso, es importante criticar el comportamiento inadecuado (“esto que has hecho no está bien”) y no a la persona (“no eres bueno”). Una vez que mi hij@ ha cumplido la consecuencia por su comportamiento, procuraremos evitar comentarios negativos que impliquen rencor por nuestra parte.

–        Dar prioridad al arrepentimiento ante el castigo. Antes de aplicar una consecuencia por ofender a otra persona, darles la oportunidad de “pensar” qué creen que han hecho mal, cómo se imaginan que se siente el otro, pedir perdón y prometer que no lo volverán a hacer. Reforzar que se muestren arrepentidos y pidan disculpas.

–        ¡Predicar con el ejemplo! Que nuestros hijos vean que nosotros verdaderamente tratamos de ser útiles a los demás.

–        Convertirnos en un ejemplo de cuidar a los demás a través de las palabras. Evitar criticar, juzgar a los demás, chismorrear. Hacerlo es fácil, pero con ello mostramos un ejemplo pésimo para nuestros hijos, que aprenderán este estilo. Lo que es más difícil y nos hace crecer es esforzarnos por hablar de los demás de forma compasiva, paciente y tolerante.

–        Ser un ejemplo de expresión de amor tanto de forma verbal (decir un “te quiero” espontáneo) como no verbal (abrazos, besos, …). A pesar de que en determinadas edades los hijos se vuelven más distantes físicamente, también agradecen estas muestras de cariño, (quizás más en privado que en público).En la adolescencia, conviene buscar momentos de complicidad como tomar algo, salir un día de compras, etc. Con los más pequeños, podemos inventar un signo secreto que signifique “te quiero” y usarlo espontáneamente, lo que creará conexión.  Siempre conviene tener espacios y tiempos para dedicar a cada hijo por separado. También es un buen ejercicio elegir a una persona de la familia o amigo a la que escribir una carta expresando lo mucho que la queremos.

 

Filosofando en familia…

–        Todos juntos, dedicar un tiempo a reflexionar sobre cómo queremos y nos sentimos queridos. Muchas veces, los más pequeños nos sorprenden y enriquecen enormemente con sus comentarios.

  • ¿Qué es querer?
  • ¿Cómo sabes q alguien te quiere?
  • ¿Qué hace que sintamos amor hacia determinadas personas?
  • ¿Qué le gusta a cada miembro de la familia como forma de recibir amor?
  • Hablar de las personas que tenemos cerca y las cualidades que las hacen ser amadas, por qué nos sentimos bien a su lado. Hablar de que todas las personas son especiales y tienen cualidades aunque de primeras no las veamos… a veces debemos conocerlas más para descubrirlas.
  • Hablar sobre el amor incondicional. Nos queremos en todas las condiciones: lo bueno y en lo malo, aunque uno esté triste o enfadado, enfermo, o se haya equivocado… Podemos realizar el siguiente ejercicio: buscar imágenes de distintas condiciones de la vida (con los más pequeños podemos buscar imágenes del tiempo: tormenta, nieve, sol, viento…)

–        Con los pequeños de la casa, leer cuentos en los que se vea como los padres, hermanos te quieren de forma incondicional aunque hayas hecho una faena (romper un objeto, gritar, …) y leer cuentos que resalten los valores.

–        Hacer una lista de las personas a las que quiero y me quieren. Podemos hacer con los pequeños un álbum de fotos o collage para que los niños recuerden que hay mucha gente que les quiere. Con esto podemos hablar de que el amor es ilimitado: aunque queramos a mucha gente, siempre cabe más amor en nuestro corazón. Podemos querer sin limites y ser queridos sin límites.

–        Para los mayores, en vez de cuentos plantear dilemas morales a debatir o situaciones de la vida cotidiana en las que se vean obligados a razonar qué consideran la solución más ética.

–        Poner en común al final del día: ¿Hemos ayudado a alguien hoy?

 

¡Acción!

–        Promover que todos colaboren con las tareas de la casa, como muestra de amor y cuidado hacia el resto de la familia, mediante tareas adaptadas a cada edad. Esto también les hará sentir orgullo y satisfacción, promoviendo una autoestima sana. Además, aprenderán a valorar más lo que los padres hacen por ellos. Fomentar que los hermanos mayores ayuden con los pequeños. Desde ayudar con el cambio de pañales, a bañarle, leerle un cuento, … podemos proponer ser el ayudante durante una semana, o ser su profesor particular (con opción de remunerar el servicio).

–        Podemos jugar a “cazar la oportunidad de ser útil a alguien” por la calle, en el autobús, parque, haciendo la compra, en casa, etc. Mirar alrededor y preguntar a los niños si ven a alguien que pueda necesitar ayuda, cuidado, consuelo. Animarles a tratar de prestar ayuda. Por ejemplo, que si hay un niño llorando vayan a darle un abrazo (los más pequeños).

–        Para los más mayores, que durante momentos en que están con amigos, hagan de “detective de las necesidades de los demás” para tratar de detectar las necesidades de otros y ayudar (¡aunque solo sea escuchando!).  Al hacer esto de forma “forzada” inicialmente, podemos desarrollar la sensibilidad a las necesidades de los demás.

–        Diploma al ayudante estrella: una vez a la semana, reunir a toda la familia para recordar un momento en el que cada uno ha ayudado a otra persona. Se otorga un diploma al “ganador”, se cuelgan todos en un corcho,…

–        Realizar actividades de voluntariado en familia. Podemos comprobar como a veces va primero la acción y luego la emoción. Es decir, una vez que he cuidado a otras personas por las que no sentía nada, acabo sintiendo amor y compasión. Los hijos más mayores pueden comprometerse con alguna ONG para hacer este tipo de actividades de forma regular.

–        “Amigo invisible”: A cada miembro de la familia se le asigna otro al azar y deberá cuidarle, teniendo detalles con él o ella durante un día, una semana,.., de forma anónima. Esto se puede practicar con la familia, los vecinos, los amigos… por ejemplo, haciendo un favor a un hermano sin que sepa quien ha sido, dejando una sorpresa debajo de la almohada de papá o mamá, mandando una carta a los abuelos, etc.

–        Tener mascotas y repartir entre los hijos las tareas de su cuidado.

Estas actividades y muchas otras pueden ayudar a todos los miembros de la familia a crecer en el amor, a relacionarse de forma más generosa, logrando una mejor convivencia y una vida con sentido. A pesar de lo difícil que resulta a veces parar a plantearnos cómo estamos viviendo y qué estamos transmitiendo a nuestros hijos, merece la pena luchar contra la tendencia a vivir con el piloto automático puesto para invertir esfuerzo y tiempo en que la familia crezca en valores.

¡Tu experiencia nos interesa! Cuéntanos… ¿Cómo enseñas a tus hijos a querer? ¿Qué obstáculos te encuentras en el camino y en qué te apoyas para recorrerlo?

 

 

 

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