Mucha gente cree que meditar es dejar la mente en blanco. Pero como decía un maestro zen, “si tienes una mente, piensa”.
Meditar no es dejar la mente en blanco es darte cuenta del parloteo constante de tu mente, es darte cuenta del flujo de tus pensamientos sin juzgarlos, sin rechazarlos sin agarrarte a ellos y sin dejarte atrapar por ellos. Se trata simplemente de observarlos y dejar qué tal cual viene se vayan
Acostúmbrate a estar sentado en silencio observando el flujo de tus pensamientos.
Esta emisora FM mental, nos acompaña siempre, aunque no la hayamos sintonizado.
Muchos de tus pensamientos, si te dejas atrapar por ellos serán una fuente de sufrimiento. Date cuenta que no son la realidad sino simples fenómenos de tu mente.
También encontrarás entre tus pensamientos muchas ideas interesantes, muchos destellos de luz, que te permitirán conocerte, pero tampoco en este caso debes dejarte atrapar por ellos. Acepta que el flujo de tus pensamientos no se detiene jamás.
Práctica ser el gran observador de tus pensamientos. Distánciate de ellos y obsérvalos como si observaras desde un balcón los peatones que caminan por la calle. O como si observaras desde una orilla del río la corriente que paso junto a ti, la corriente interminable de pensamientos.
¿Cómo hacerlo?
Siéntate en silencio o detente unos minutos en el transcurso de tu quehacer. No trates de parar tus pensamientos. Limítate a hacerte consciente de ellos, a observarlos y toma conciencia de tu respiración y del mundo que te rodea. Ya estás meditando.
Puedes practicar este ejercicio durante tres o cuatro minutos cada día. O Hacerlo en dos ocasiones diferentes, por la mañana y por la tarde.
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